En medio del año más inusual de nuestras vidas, nos embarcamos en una búsqueda en la que la única certeza era relatar nuestros hallazgos (aún desconocidos) de manera singular. Bajo esta premisa, nos planteamos la necesidad de identificar y nombrar las acciones artísticas relacionadas con el conflicto armado y, principalmente la importancia de la memoria a través de las narraciones de las mujeres.

 

En este camino, que no siempre fue recto, surgieron una serie de dudas que guiaron todo el proceso, tanto investigativo como creativo: ¿cómo narran las mujeres?, ¿hay alguna diferencia al  hacer arte siendo mujer o siendo víctima del conflicto armado?, ¿cuál es el aporte del trabajo artístico de las mujeres víctimas del conflicto en la construcción de memoria?

 

Responder estas preguntas implicó un rastreo inicial en el que acudimos a fuentes documentales que nos sirvieron para construir hipótesis que más adelante comprobaríamos por medio de la observación participante en el Grupo sociocultural Desde Adentro, un colectivo de teatro integrado por mujeres víctimas del conflicto armado.

A partir de su colectividad, planteamos una serie de talleres orientados a descubrir las maneras en que las mujeres han hecho memoria a través del arte, además, propusimos una ruta de trabajo que resultara en una performance que sería la composición de sus propios relatos y de lo que las identifica como grupo. 

Por medio de estos talleres encontramos que la mayoría de sus narraciones estuvieron determinadas por el recuerdo como un ejercicio constante de hacer presente el pasado y honrar el vínculo con sus seres ausentes. En ese ejercicio de remembranza, encontramos que el cuerpo termina siendo un vehículo de memoria en tanto que, es a través de este, que las mujeres expresan sus historias. Aquí es importante destacar sus puestas en escena a través del teatro y de la performance, pero también la manera en que su cuerpo habla en sincronía con su voz (expresiones, lágrimas, manoteos, manos que van a la cara, manos que crean, manos que rasgan, manos que construyen).

 

Cuando las palabras no son capaces de ilustrar el sentir profundo de sus duelos, el arte se presentó como el escenario idóneo para exteriorizar sus historias y lo que estas han producido en sus vidas. Ellas, como sobrevivientes del conflicto armado del país, han experimentado el arte como una herramienta sanadora que va más dirigida hacia ellas mismas y sus procesos individuales y colectivos, es decir, no hacen arte con el fin de exhibir talentos o destrezas, sino como catarsis e incluso exigencias o denuncias. Desde Adentro hace memoria y le recuerda a la sociedad que ‘esto sí pasó’. Ellas son el rostro de las miles de cifras de personas desplazadas, desaparecidas y asesinadas que reposan en informes y noticias.
 

Una de las hipótesis que evidenciamos en este proceso es que la memoria debe ser abordada desde una perspectiva de género, en tanto que el ejercicio de memoria realizado por mujeres se encuentra estrechamente vinculado con el lugar transitivo que ésta tiene en la sociedad, de manera que su percepción de víctima se da de acuerdo con sus relaciones con los hombres afectados por la violencia. La mujer en este contexto es la guardiana de las memorias. Aunque el conflicto afecta a ambas partes, son los hombres los que históricamente han comenzado y perpetrado la violencia, siendo ellas quienes después de la devastación del conflicto quedan como sobrevivientes que salvaguardan las memorias de lo sucedido.

 

Más allá del periodismo...

 

Nos quedamos con el abrazo que fluye natural cuando termina la entrevista, con la íntima mirada que se cruza con el relato que nos comparten. Nos quedamos con la emoción con la que nos muestran sus recuerdos, con la riqueza de sus historias, con el álbum familiar que nos sirve de portal para ir hasta allí, donde la ausencia no se había manifestado. Nos quedamos con sus palabras, esas que nos transportan hasta ese último abrazo que les dieron, hasta esa llamada que dividió sus vidas entre un antes y un después.